domingo, abril 02, 2006

Relato

Este es un fragmento de un relato que escrbí hace algún tiempo, se me ocurrió con una imagen que me vino a la cabeza de un hombre caminando en medio de una ventisca por un bosque. Espero que os guste ^^:

La niebla era densa y una sombra se recortaba en ella. Una figura con una raída capa. Era un día frío de invierno y la gente se refugiaba en sus casas al calor de las danzantes llamas que consumían la leña en la chimenea. El caminante cojeaba envuelto en una harapienta capa negra con una capucha que cubría su cara. La niebla dejó paso a una fuerte ventisca y con ella la nieve, el gélido viento hacía ondear la desgastada capa y sus enmarañados cabellos grises. Los caminos del bosque pronto se cubrieron con un grueso manto blanco, cada vez le resultaba más costoso avanzar y no tardó mucho en caer al suelo por culpa de una raíz enterrada en la nieve. Sin un brazo y con una pierna maltrecha, el esfuerzo que tuvo que hacer para levantarse fue titánico.

Continuó avanzando penosamente un largo trecho, hasta que divisó una columna de humo, una llama de esperanza se encendió en sus cansados ojos; podría resguardarse del frío manto de estrellas que se avecinaba. Sacó las pocas fuerzas que le quedaban en su interior para poder avanzar y legar antes de que cayese la noche.

Mientras se abría paso entre la gruesa capa de nieve, reflexionó sobre lo podía encontrar en la casa, una viuda que había envejecido sola en el bosque, una familia que vivía de la caza, un leñador… no sabía quien viviría en esa cabaña. Dado que cojeaba ostensiblemente tardó una o dos horas en llegar a la casa con una chimenea de piedra y dos ventanas empañadas por las que tan solo se podía ver el poco resplandor del hogar. El hombre se acercó a al puerta de madera y con su único brazo tocó la puerta, esperó unos segundos pero no hubo ninguna respuesta, volvió a llamar y aguardó escuchando pero con el mismo resultado. Intentó arremeter contra la puerta pero solo consiguió caer al suelo y magullarse. Al final decidió refugiarse donde y como pudiera, así como había hecho la última semana, dio media vuelta y se dirigió a la blanca espesura del bosque.

De pronto oyó la voz de una niña llamando a sus padres, estaba sentada en el suelo de una embarrada calle. A su alrededor todo un pueblo corría arriba y abajo sumido en el caos. Los caballos empujaban y aplastaban a todo aquel que se cruzara en su camino, sus furiosos y salvajes jinetes asesinaban a cualquiera que se pusiera a su alcance, en sus rostros se reflejaba el deleite y la satisfacción con el dolor y el sufrimiento de aquellas gentes indefensas. En cuestión de minutos el pueblo quedó en silencio, abandonado por los rápidos o cobardes y sembrado por los valientes o estúpidos que intentaron proteger sus hogares de la imparable marea de corceles guiados por crueles y sanguinarios jinetes.

Un pueblo destrozado se convierte en un bosque bajo las estrellas, las calles cubiertas de barro, sangre y muerte cambia a una uniforme y perfecta manta blanca de nieve, el llanto de una niña asustada y desconcertada buscando a sus padres se transforma en una llamada de una niña pidiendo a un desconocido que vuelva. Los fantasmas nunca te abandonan

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